El Sueño
**El Sueño**\
Matías R. Reynolds\
en homenaje a **H.P. Lovecraft**
No es mi intención convencer a nadie con el siguiente relato, me limitaré solo a describir con el mayor detalle posible los acontecimientos sucedidos cierta noche de Abril, en un año inexacto pues mi memoria puede fallar por momentos. Advierto a quién lea este texto, si alguna vez son encontrados, que solo fueron materializados con el único objetivo de aliviar mi alma y exhorto que de manera inmediata, destruya cualquier evidencia sobre lo que va a leer a continuación. Pues no deseo a nadie, ni siquiera a mi más odiado enemigo, ni visitar, siquiera imaginar lo relatado en estas líneas.
I
Ya caía la tarde y me encontraba en un parque al aire libre, junto con un grupo de personas que no logré reconocer en ningún momento, el lugar me recordaba a los bonitos parques sobre Av. del Libertador y Av. Pueyrredón en Buenos Aires.
En un momento, una de las personas que estaba conmigo, me dice:
*- ¡Mira para arriba, que locura!*
Miro y en el cielo totalmente despejado se veían siluetas delineadas, a lo que respondo:
*- ¿Qué es eso? ¿Siluetas en el cielo?*
Mi interlocutor me responde:
*- Mira bien, es como un lienzo.*
Luego de examinar con mayor detenimiento, pude distinguir una sección rectangular del cielo visiblemente contrapuesta al resto, que se movía acercándose como flotando con unos extraños puntos negros en sus vértices. Tras unos minutos contemplando, la sección estaba lo suficientemente cerca como para distinguir que esos puntos eran paracaidistas, pero no llevaban equipo alguno o al menos no pude divisarlo, ayudando a mantener desplegada lo que parecía ser una pintura de enormes proporciones y con algún tipo de jeroglíficos o inscripciones que no pude reconocer. Esta escena se aceleraba hasta que alguien gritó:
*- ¡Se están cayendo! ¡Van a dar contra el piso!*
Momento en el cual tras varias piruetas a unos veinte metros de distancia y tras visiblemente fallidos intentos de remontar vuelo, la tela que sujetaban los paracaidistas se enrolla y los seis sujetos dan contra el tendido de alta tensión. En este punto, el barullo era generalizado, gritos de auxilio y terror se escuchaban por todos lados:
*- ¡Se van a electrocutar!*
Fue insoportable para mí, el miedo me había cegado, me tapé los oídos para no escuchar los gritos y emprendí la salida de ese lugar, aterrado, comencé a correr en dirección no sin antes voltear a ver la histérica escena, justo cuando algunas personas del suelo intentaban desaforadamente dar auxilio a los paracaidistas... pude ver los primeros chisporroteos, mi vista se nubló, calculo en defensa propia, pues lo siguiente que recuerdo es estar corriendo ya caída la noche, por una calle arbolada de la ciudad...
II
¡Qué horror! fue lo primero que pensé al recobrar algo de cordura y mi cuerpo comenzaba a bajar la marcha hasta ir caminando, meditaba sobre lo vivido hacía ¿minutos? y mi corazón volvía a acelerarse... no sé cuánto tiempo estuve caminando, pero cuando tomé conciencia de mi alrededor, me había adentrado en algunas callejuelas que me recordaban mucho a las favelas de Río. Un nuevo ambiente se había hecho presente, el aire era espeso y tibio. Caminé intentando encontrar algo conocido, pero no pude. Fue cuando me di cuenta que no estaba solo, pues desde los porches, ventanas y balcones, iluminadas por luz que parecían provenir de velas o candelabros, se podían ver claramente figuras humanas... a decir verdad, un tanto grotescas. Seguí caminando hasta el punto en darme cuenta que me seguían, voltee la cabeza y vi varios de estos seres... su piel negra como la noche y sus ojos blancos me dieron mala espina. Apuré el paso, pues a esta altura todo me indicaba que algo no estaba bien. Estos seres seguían acercándose, el silencio era absoluto, sólo nuestros pasos se escuchaban en ese lugar que ya me parecía maldito. Entonces, mi miedo se hizo evidente, ya que a escasos metros por delante, vi cómo salían de estos ranchos y callejones más de estas personas, con una evidente intención de capturarme, o eso pensaba. Por reflejo, me eché a correr cuando uno de ellos rozó mi brazo izquierdo con el claro objetivo de detenerme. Sin rumbo, me adentre aún más en este lugar, las construcciones se hicieron más espesas entre sí, las callejuelas habían desaparecido y ahora era perseguido por entre amplios pasillos con departamentos interconectados entre sí, nunca había estado en un lugar como ese. Las casas o departamentos tenían puertas a otras casas y departamentos, patios en común y pasillos, algunos techados por otras casas, otros al aire libre, escaleras por todos lados y muros donde no se podía ver para el otro lado. Había supuesto, equivocadamente por cierto, haber perdido a mis perseguidores, al entrar en una habitación aparentemente sin luz. Paré en el umbral de la puerta, respire una vez y seguí camino hacia dentro. Esta habitación tenía dos extremos que veía perfectamente, a la derecha el techo estaba derrumbado y podía verse el cielo, negro, sin nubes, ni estrellas, ni luna. Justo debajo, se podía reconocer algún tipo de mesada de piedra, no le presté mayor importancia la verdad. El problema fue cuando miré al otro extremo, momento en el cual mis funciones vitales parecieron detenerse por completo, solo un sentido me funcionaba: la vista. Lo que vi, el lector puede tomarlo como una alucinación producto de mi estado en ese momento y no lo culparía si se me llamara desquiciado, incluso si sintiera que este relato miente. Pues a esta altura no me importa ser tratado de loco o embustero. En el extremo izquierdo, alumbrada por apenas unas velas de luz rojiza, o anaranjada; vi una vasija enorme, semejante a una ¿olla?, desde donde se desprendía un hedor que jamás en mi vida había sentido y jamás en mi vida, quisiera volver a sentir. De un material blancuzco apenas veteado oscuro, que recordaba los mármoles tipo carrara y horriblemente tallada, como hecha a golpes por manos percebes, la gran vasija estaba decorada por anillos dorados y extraños relieves que me recordaron a los jeroglíficos de la pintura que había visto más temprano. Los rastros de carroña se hicieron visibles, la sangre manchaba toda la habitación, pues digo manchaba porque no quiero ni imaginar, ni darle sentido tampoco, a las siluetas e inscripciones que podían verse fácilmente a simple vista… y que uno, que ha leído algunos textos de dudosa procedencia, podría asociar a cultos tan antiguos e incluso de existencia previa a la civilización humana. Entonces entendí lo que pasaba: estos malditos eran caníbales y yo… yo era su maldita cena.
No sé cómo, pero de un momento a otro, los seres se posicionaron detrás y al costado mío, a algunos metros de distancia. Parecían esperar algo, mi terror fue infinito pues solo podía imaginar el momento en que me arrastraran a esa mesada… y entonces la miré, miré el horror que la decoraba. Vi hacia arriba nuevamente y en una milésima de segundo de astucia, di dos saltos, uno para llegar a la mesada y el otro para trepar con ambas manos el muro, que debieron fácilmente ser casi tres metros de altura. El esfuerzo inconmensurable de levantar mi propio peso para trepar el muro fue, sin exagerar, el mayor que haya hecho en toda mi vida. Al incorporarme de pie miré hacia atrás y mis perseguidores gritaban o balbuceaban en algún extraño lenguaje, vale decir, incomprensible para mí. Me convencí a mí mismo que ahora estaba en ventaja, entonces miré hacia adelante y de otro salto llegué a uno de estos horribles pasillos, a correr de nuevo.
III
Mi pecho era un motor a combustión fuera de control, corría pues el miedo manejaba todo mi cuerpo a voluntad. Ya la transpiración había mojado toda mi ropa, me sentía muy cansado, casi no respiraba y por supuesto, en tal estado comenzó a fallar mi equilibrio, aunque había comprobado que ya no me perseguían hacía un rato. Tuve que detenerme. Lo hice en una especie de patio que tenía dos entradas, supuse dos departamentos diferentes, ambos con las puertas abiertas, pues se podía ver lo que había dentro. En el primero, la luz era muy tenue y parecía vacío, aunque alcancé a ver unas sillas amontonadas. El segundo, estaba mejor iluminado y vi claramente una mujer de costado, de avanzada edad, parada frente a una mesa, mirándola fijo. La elección fue fácil, elegí la mejor iluminada, además la mujer no se parecía a los horribles caníbales que me persiguieron momentos antes.
Ingresé casi arrastrándome, todo mojado y prácticamente sin aliento. Caminé varios pasos en la dirección de la mujer hasta que algo me paró en seco, una presencia. No existe en mi imaginación alguna forma que pudiera dibujar a esta presencia, pero sé que estaba ahí, mirándome desde mi costado izquierdo, yo no podía verla, pues escapaba a mi rango de visión. La mujer, como si fuera controlada de alguna extraña manera, como un títere, se volvió hacia mí, me miró fijo. Su inexpresiva cara me recordó a las desoladas viejas musulmanas del Líbano que recorrían las destruidas mezquitas buscando a sus hijos y nietos, muertos por proyectiles israelíes, durante la última guerra. El aire se volvió muy espeso, un hedor fétido y muy penetrante me inundó la nariz. La luz, que nunca pude determinar de dónde venía, se hizo muy tenue casi imperceptible, pero el rostro de la mujer seguía iluminado. La respiración de la presencia me llamó la atención, si, de ahí provenía ese indescriptible hedor.
La mujer habló. Su rostro apuntó a la presencia, le dijo:
*- Déjalo, él aún no lo ha despertado* -rió- *¡No lo ha despertado!* -volvió a reír con estridencia- *Iä! Iä! Cthulhu fhtagn!*
Su repugnante acento me dio escalofríos, su tono odioso burlón me llenó de un odio inefable. Mientras la mujer se mofaba de mi aparente incapacidad de “despertarlo”, noté como se nublaba todo a mí alrededor. Seguía escuchando a esta mujer reírse y burlarse de mí, mientras intercalaba con algunas palabras (creo que lo eran) con vocablos que se asemejaban más bien a sonidos guturales, que a nuestro habla. Me sentí inmerso en alguna clase de éter viscoso, la respiración se me hacía muy difícil y por supuesto, estaba paralizado por el terror de la escena. La vista se fue aclarando, no todo alrededor, sino frente a mí, en un punto focal a escasos centímetros de mi cara. Pude divisar, como si se tratara de un televisor, la imagen en primera persona de mí mismo, caminando por una espesa jungla, hasta llegar a un pequeño claro. En el centro, un imponente monolito de piedra con cuatro plataformas circulares lo circundaban, una de las cuatro, de mayor tamaño se ubicaba justo detrás del monolito. Sobre las laterales y suspendidos en una especie de humareda gaseosa y chisporroteante, había criaturas, si es que lo eran, realmente de fisiología diabólica y asquerosa. Un insecto alado, con seis extremidades y por cabeza, un bulbo plagado de terminaciones símil a antenas, que cambiaban de color odiosamente. La otra criatura, una horrible bestia de 4 patas, que me llamó poderosamente la atención su morfología parecida a la humana, pues tenía piel como todos nosotros…Tras unos instantes, los balbuceos de esa vieja volvieron a escucharse, con tanta intensidad que retumbaban en mi pecho. Mis sentimientos de miedo, asco y odio volvieron al escucharla y eran directamente proporcionales al aumento de sus decibeles.
\- *¡Tú no puedes despertarlo! Ph'nglui mglw'nfah* -gritó- *Cthulhu R'lyeh wgah'nagl fhtagn!* -rió-
Lentamente fui flotando, conducido por una alguna fuerza, hacia la plataforma vacía y como si fuera que un rayo me diera de lleno, sentí una especie de electricidad recorrer mi cuerpo. De mis ojos salía un limo fantasmal y de mi nariz un humo que se mezclaba con el ectoplasma a mí alrededor formando anillos que se movían en un extraño pero constante ritmo. Cuando quise respirar, me di cuenta que mi garganta había sido apoderada por un aullido tan agudo que, de seguro, hubieran roto los grotescos ventanales de la Iglesia de Saint Jhon, donde se dice, invocaban y rendían culto a un dios extraño llamado *Nyarlathotep*. Yo suspendido en el aire, mi aullido insoportable, los gritos de la vieja, el hedor repugnante, todo era un combo que parecía próximo a explotar. En ese momento, los anillos que también rodeaban a las otras criaturas comenzaron a unirse con el monolito y desde ahí, se condujeron a la plataforma mayor. De esta plataforma es donde comenzó a materializarse una figura burbujeante que no podía identificar. Un terror infinito capturó mi alma. Pensé, este es el final, pues la figura informe comenzó a crecer y a crecer hasta llegar a la especie de pantalla por donde yo me veía en primera persona e inundó mi cuerpo, momento en que toda la escena se rompió en pedazos. Sentí un aliento horrible y desgarrador en mi cara y cerré los ojos, esperando que fuera arrancada de mi cabeza. \
Silencio. ¿Qué ha pasado? pensé. Sin abrir los ojos, inhalé. El aire estaba limpio, no había nada a mí alrededor. Quise caminar pero no pude. No porque no pudiera moverme, sino porque estaba sentado en mi cama, tapado con una gruesa frazada. Como si hubiera despertado de un ¿sueño? … ¿Fue realmente un sueño lo ocurrido? Miré hacia el costado, la luz de la luna alumbraba la mesa de luz, pude ver un disco de piedra de unos veinte centímetros de diámetro que contenía un curioso motivo ornamental parecido a un sello: en el centro y muy desgastada, aparecía la representación rudimentaria del símbolo astronómico de Acuario, el portador de agua, coronando los vestigios de lo que parecía ser una ciudad enterrada, contra la cual, en el centro exacto del círculo, se alzaba una figura indescriptible, a la vez reptil y pez, octópoda y semi-humana, que, aunque en miniatura, pretendía representar un ser gigantesco e imaginario. Finalmente, en letras tan tenues que apenas podían leerse, el disco estaba circundado por unas palabras que no entendí a la primera, pero que tuvieron la virtud de remover algo en lo más profundo de mí ser:
*Pb'glui mglw'nafh Cthulhu R'lyeh wgh'nagl fhtagn*
FIN